Voy a hacer lo que ha hecho La M.O.D.A. en este disco: tocar menos para sonar más y mejor. Voy a decir que este disco araña por dentro como pocos. que se me ha quedado en la garganta “Conduciendo y llorando”, que me quiebro con “Semifinales” y la vez me rehago, que grito la rabia de “Un bombo, una caja”, que comprendo con “Banderas sin color” que el momento crucial es ahora, que siento el sol latinoamericano en “93 compases”, que admiro a las mujeres de “Memorial”, que soy parte de todos en “Colectivo nostalgia”, que soy inmigrante y máscara bajo la máscara y libertad de expresión en “Barcos hundiéndose”, que he entendido la manera de cantar y contar de otra manera de “La vuelta”, que sé que este disco, todo este disco, es un regreso a la vida.
Voy a decir que “Ninguna ola” está hecho con música precisa y emocionante, con los cambios de la vida, con esa ambulancia llamada amor y que sobre todo este disco está hecho con personas. Aquí está Raúl Fernández “Refree”, un productor distinto, que trabajó con Silvia Pérez Cruz, con Kiko Veneno, con Rosalía... y nunca lo había hecho con un grupo tan grande. Le asustaba el ruido y juntos, obstinados todos, lograron que atruene el silencio. En este disco están tanto como siempre y también más que nunca cada uno de los miembros de La Maravillosa Orquesta del Alcohol, en un momento pleno, de esos en que miras a tu grupo y sientes el orgullo de tocar con grandes músicos, pero sobre todo con buenas personas. Y en este disco estáis, sobre todo, cada uno de los que seguís al grupo, los que llenasteis pabellones, campos y plazas, calles de Burgos y palacios de Madrid, los que sujetáis el alambre cada vez que hacen acrobacias en el aire, los que les pedís que salten más alto, que no dejen de arriesgar, que vuelen porque no tienen techo y vosotros sois su red.
Y voy a decir también que “Ninguna ola” está plagada de ideas y de emociones. Este disco huele a lo que sentimos, igual que encontramos en la ropa colgada el olor de los que queremos. Este disco huele a aquellos días en que fueron terriblemente felices grabando en un pueblecito de Portugal, justo antes de que llegara el coronavirus, allí donde encontraron una barquita varada llamada “Regresso a vida”, regreso a la vida. Quizá su dueño la llamó así porque una vez le salvó de un naufragio. Quizá le puso ese nombre porque vive de verdad cuando se echa al mar. Por eso esa barca es como este disco: nos salva y sobre todo nos hace sentirnos vivos.